10 de junio de 2010

SOFÍA PODRÍA RIMAR CON PRIMAVERA


Sofía se levantó con los ojos llenos de tierra. Tierra mojada, tierra gris.
Tenía los ojos grises como dos ceniceros llenos.
Gris muerto.
Bueno, no pasaba nada, a estas alturas ya
estaba empezando a acostumbrarse. Hace unos cuantos sábados fueron verdes. Verde malaquita al mediodía, cuando se despertó a su lado; verde olivo a la hora de cenar; verde moho un día después.

Lo de los ojos tenía un pase, era soportable, podía ser hasta divertido. De alguna manera le hacía sentir especial, única, diferente; pero la hiperfertilidad que había comenzado a experimentar este año era demasiado. Sí, no la soportaba, no era comprensible, era su secreto, su vergüenza, su enfermedad autodiagnosticada. Qué bueno habría sido poder preguntarle a mamá, o a la abuela. Qué va, no podía ser verdad eso de las raíces, nadie puede echar raíces, así, en el sentido literal del término. Sofía recordaba a su madre contarlo sentada al lado de la estufa de gas, comiendo castañas. “El día que decidí quedarme al lado de tu padre eché raíces”, y las raíces le iban creciendo de la planta de los pies, y cada día se hacían más fuertes. Se introducían en el suelo de la casa, por las grietas de las baldosas, subían por el interior de las paredes, atascaban las tuberías, y poco a poco lo fueron llenando todo; y ella se quedó prisionera dentro de la casa, al lado de la estufa, sin poder dar un paso más. Hasta que el tiempo las pudrió todas. Sofía sólo recordaba las zapatillas marrones de su madre, con aquella suela tan ancha. Sofía no recordaba los pies de su madre. No importaba –pensó-, también había olvidado su cara. Cuántas veces le habría dicho a él, mientras recogía sus cosas, mientras remoloneaba para llenar las cajas, “irse es no dejar semillas”. Hasta que un lunes, desaparecieron todas precipitadamente en el ascensor. Caída libre. Dos años de recuerdos encerrados en cajas, cajas dentro de la caja del ascensor. Y se repetía hasta la obsesión “irse es no dejar semillas. No llames. Irse es no dejar semillas. No aparezcas en los bares. Irse es no dejar semillas, irse es no dejar semillas”.

Él siempre fue un desastre, y debieron olvidársele algunas, por aquí o por allá, tan diminutas, tan inofensivas, que fueron invisibles durante mucho tiempo. Y Sofía no barrió detrás de los sillones, ni debajo de la cama, y las semillas le crecieron en casa, como malas hierbas en los rincones, detrás de las puertas, en los cojines del sofá... Inevitablemente, la primavera pasada, le polinizaron el alma. Un buen día, le brotó un rosal del pecho cuando se quitaba el conjunto de ropa interior que él le regaló por su cumpleaños. Otro, le crecieron margaritas en los pies mientras ojeaba álbumes de fotos, y a la mañana siguiente el cielo amaneció en arcoiris y sus dedos en anillos de siemprevivas; hasta la tarde su cuerpo estuvo sonando a papel que cruje. El primer día que le escribió desde tan lejos se le llenó la boca de azucenas, le caían en guirnaldas que corrían hacia la espalda. Azucenas con complejo de alas. Un segundo después lloró alcohol de romero. El último día de este último invierno se convirtió en almendro en flor en la parada del metro. Era insoportable. “Irse es no dejar semillas”. Pero su cuerpo no podía, no quería dejar de brotar, abonado por todos esos recuerdos. El dieciséis de marzo se convirtió en pino piñonero, el dos de abril le brotó una zarza del gemelo izquierdo, una semana después, dentro de un probador, ortigas en el cuello.

Bastaba, era suficiente. No podía seguir arrancándolas, así que las dejó crecer a su
antojo, sin oponer resistencia. Desde hace unas semanas sólo le crecen malas hierbas. Y se alegra en parte, y se apena en todo. Ese día en que sus ojos se despertaron llenos de tierra supo que ya tenía bastante. Que no podía seguir calentando su cama con otros sólo por miedo a tener frío.

Después de la mala hierba está el final. Sofía lo sabe, y se va despidiendo de él, poco
a poco, así, para que no haga más daño, viviendo el duelo despacito. Después está el final. Tierra vacía. Barbecho. Tierra viva, en descanso, y al final, tierra nueva. Primavera nueva.




Imagen: Frida Khalo, Raices.

8 de agosto de 2009

Autoinmersión y Camino

En estos días que pesan he sido boca alambrada.

Hoguera de monstruo que come futuro,

Pavesa que se dispersa.


Arquitecto tramoyista de castillo sin naipes.


Gaviota que busca pez.


Amanta sin amante.


Cuerpo sin vitaminas a, b y c.


La cara que se quita la máscara,

El ojo diótrico que se mira las tripas.

El manojo de dudas que se aprieta el estómago.

La bilis de la verdad dulce.


Lavandera de río viejo que tiende entrañas blancas.

Cleopatra que se baña en leche calma.


Rumor de una batalla que se librará a mordiscos.


Viaje hacia atrás, adolescente de vuelta buscando qué dejó en el camino.


En estos días que pasan y pesan, pesan y pasan...


La palabra soez, el verbo que hiere.


El plexo solar nublado,

La lluvia de ideas.


El silencio que sigue a la tormenta.


En estos días que pasan y pesan, pesan y pasan...


He visto la luz sólo al principio del túnel.

Es suficiente. Sólo eso.

Cojo la antorcha y camino, camino.

El futuro es eso: antorcha y camino.




Ilustración: Beatriz Vidal



13 de junio de 2009

¿ QUÉ FUE PRIMERO: RELOJ O TIEMPO ?



Los relojes son el corazón mecánico del mundo,

el artificioso ingenio que nos organiza los momentos.

El invento que mide el invento tiempo.

Los relojes son mentirosos por defecto.







Ilustración: Barnaby Ward.


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4 de junio de 2009

FELICIDADES LLUMENETA (no estés triste)



Felicidades por tu risa,

por tu prisa para ser feliz.


Felicidades por el pensamiento disléxico

Por ver las tres caras de la moneda, los cinco pies del gato.

Por tu vuelta de tuerca.


Si conocerse significa aprenderse - y aprehenderse-,

yo me quedo con tus leyes de tres tercios

con tu ojo daltónico

con tu pensar en imágenes

con tu verde hierba

con las tomaduras de pelo.

Me quedo hasta con las manías indecisas de tus cuatro gemelos.

Y con tu no miedo.

Con tu “vaya tela”, con tu grito de paz y de guerra:


Arrayayaiii


Abran paso que va ardiendo,

Que hoy estamos de celebración,

hoy cumple años la niña de los rizos de melocotón.


Felicidades por todo lo que eres,

Por todas tus luces.

Felicidades por todo lo que serás.




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28 de mayo de 2009

U R T A I N


La vida es un rin de boxeo, sino que se lo digan a Urtain. Un combate que acaba en K.O. La vida es eso y no, y sí, y en parte, y para algunos, y no del todo.

El sábado fui al teatro, y el escenario era un rin de boxeo, y era España, y era Urtain, y éramos tú y yo, y nuestros padres y nuestros abuelos. El sábado vi a “Urtain contra Urtain” y vi una metáfora que no se bajaba del escenario ni por saber morir. Dos horas sin descanso con un ritmo frenético, sin abajo el telón, y con la respiración y el aplauso contenidos, como para no interrumpir. Cada palabra del texto en su sitio, cada gesto tan de verdad que yo no vi ficción esa noche, no era teatro, (o sí, y no lo era todo lo que yo había visto antes, o al menos no era tan tan teatro, no sé). Las luces y el sonido casando momentos y lugares imposibles: el suicidio y la redacción del Marca, el hombre y la mujer cuerpo a cuerpo, los amigos en el bar y la violencia a borbotones; el padre, el hijo y el cinturón; el País Vasco y Madrid, Cestona y Londres. Pero sobre todo, luces y sonido casando emociones, cosiéndolo todo. Un espectáculo redondo.


La metáfora o Urtain como excusa. Ese hubiera sido un buen título para el post.


Se habla de muchas cosas: del engaño y la traición, de los amigos que no lo son, de la fama y el dinero, del alcohol, del sexo... Pero lo que más poso me ha dejado: el encumbramiento de un levantador de piedras a símbolo nacional. ¿Por qué necesitaba el franquismo –como necesitan todos los sistemas, incluidas las democracias- un símbolo, un héroe? Y sobre todo, ¿por qué Urtain? ¿Qué características tenía Urtain –o con qué características lo vendieron- para que le fuera útil al régimen?


Lo mejor que te puede pasar cuando sales del teatro es que se te atropellen todos los pensamientos, no puedas hablar durante un rato, y cuando lo hagas, no puedas dejar de hablar de lo que has visto, oído y sentido. Lo mejor que te puede pasar cuando sales del teatro es que el teatro se te quede dentro durante días, y viviendo dentro de ti, no pare de hacerte preguntas. Yo estoy calada de Urtain, a ratos me da respuestas, a ratos me hace más preguntas. De momento, una conclusión –en construcción-: Urtain se vendía bien porque interesaba que se vendiera bien, porque no era una persona, ni un deportista, ni un boxeador. Era, por encima de todo, un símbolo, el prototipo de hombre que la educación franquista había promovido y había conseguido. Un hombre duro como las piedras de Cestona, un hombre que no llora, que no puede decir te quiero, que no quiere conocerse, que saca los cojones antes que la palabra, cuando discute y cuando ama, que se come el mundo a hostias, y que no es nadie. No es nadie no porque no lo sea, sino porque nadie le ha dicho que lo es. Un hombre que no entiende por qué ensucia lo que toca, por qué rompe lo que más le importa.


Urtain se ha quedado a vivir dentro de mí aunque creo que lo estuvo siempre, como un polizón o como un okupa. Ahora que lo he descubierto me hace labores de mantenimiento a cambio de que no le cobre alquiler. De momento me ha arreglado un par de luces y he visto que sí, y tanto que ya estaba dentro. Tan dentro como que él es mi padre y mi abuelo, y todos los valores que se han bebido sin querer pero sin poder evitarlo. Urtain también es algún que otro vecino, algunos hombres que me cruzo en el súper y en el metro, incluso diría que algunas mujeres. Pero Urtain no es mi hermano pequeño, él ya no.


En fin Jose Manuel, en confianza, quédate el tiempo que quieras si sigues encendiéndome luces, y si te vas no apagues, que le tengo hecha una trampa al contador de Iberdrola y aquí no se pagan facturas.


La metáfora o Urtain como excusa. Como iba diciendo, en dos horas de espectáculo se habla de muchas cosas, lo mejor: todo lo que no se dice.

0905283738056

25 de mayo de 2009

CERO PUNTOS



Sáltate todos mis semáforos

Cédeme el paso,

prohíbeme adelantarme a tus acontecimientos.


Un mes para que te estrellaras en mi curva peligrosa:

tu sábana por autopista

Y como corríamos ...


Sí, modero mi velocidad:

¡ paseemos en cebra !

Crúzate a mi acera, y te lo cuento, y me lo cantas.


Lástima, te atropellaste

Cambio de rasante

Riesgo de nieve

Nunca supe salirme por la tangente...


Yo:

Me abrocho a la vida

Colisión frontal

Positivo de decepción en sangre.


Tú:

Siniestro parcial.

Aparcado en mi doble fila: Aviso grúa -y desguace- para no tener que recordarte.


PS: Usted ya no tiene la preferencia.

Un luminoso reza:

“Lo importante es volver”, ¿a enamorarse?

0905263730254

21 de mayo de 2009

PRESENTACIONES: LA OLIVETTI Y YO


En el metro de Barcelona, sin saber por qué, mi cabeza sentencia: Ya nadie da la vuelta al mundo con una hispano olivetti a cuestas.

No sé por qué la conservo. Para qué. Ahora que lo pienso mejor, ni siquiera tengo claro si no me deshice de ella...

Antaño es una palabra nostálgica. Una de esas que se utiliza en los poemas de desamor, o en los exámenes de historia, cuando la memoria no encuentra la fecha exacta. Antaño.

A mí me regalaron la olivetti antaño, cuando era una niña, y mi abuela sabía que yo nunca acertaba si imaginaba mi futuro.

- Veterinaria iaia -y ella se reía-, psicóloga, filósofa, actriz, arqueóloga...

- Tú sabrás, pero eso... no creo.

Los altavoces de mi cabeza tenían los cables pelados, y yo nunca me había escuchado los sueños. Además, siempre, siempre, siempre, he sufrido un miedo atroz a imaginarme, a preguntarme: ¿qué quieres? ¿Qué necesitas para ser feliz? Qué es lo que más te apetece ahora, en este preciso instante, en este momento? No mañana, ahorita mismo. Y la respuesta era automáticamente desechada, por infantil, por poco realista, por irresponsable, por irreflexiva, por imposible, y por muchas palabras más que también empiezan por i. Idiota ... Antaño, siempre, siempre, siempre, me he censurado.

Antaño, entre otras cosas, siempre había querido escribir.

Antaño siempre había sufrido de vértigos y posterior catalepsia cuando me enfrentaba al papel en blanco.

Antaño es una palabra de museo.

Antaño significa tiempo que ya ha pasado.

Pasado, con mayúscula y no porque vaya después de punto, y final. Final.


0905213698092